Era un dieciocho de abril,
por la mañana temprano,
a la peluquería yo me fui,
para que guapa me pusiera,
y yo así poder presumir.
De regreso a mi casa,
yo presumía contenta,
pero¡
ilusa de mi?
lo que no esperaba,
a recibir una gran sorpresa.
Camino de mi casa,
hay unas escaleras
yo que contenta que iba
presumiendo de mi belleza,
pero aquellas malditas escaleras,
se pusieron celosas de mi belleza,
y en el ultimo escalón,
las puñeteras, me dieron un empujo.
Y como un rollito de primavera,
mis cien kilos,
rodaron, y rodaron,
y de escalón, en escalón,
y lo peor fue mi cabeza
que sufrió el es tallón.
Después de diecisiete escalones,
mi cuerpo rodó, y rodó,
inerte y sin conocimiento quedo,
y al despertarme me preguntaba
que avía pasado,
no podía con mi cabeza
y dije santo Dios,
parece te tenga el mundo encima,
con todas las guerras de Irak.
Yo veía en mi cabeza
toda una corte celestial,
todo los astro con sus planetas,
y sus estrellas brillar,
pero en ese momento, yo me juré.
De esa maldita escalera,
yo me tengo que vengar
y vivita y coleando por ella,
me tengo que pasear.
Para haber si se averguenza,
de lo mal que me ha hecho pasar,
haberme metido en urgencias,
y dos años para recuperar
esas malditas escaleras.
María del Carmen Pallas Seijo.