Ala sombra de un tomillo,
una luciérnaga relumbra,
y ala luna le pedía,
que nunca llegara el día.
Cuando el día ha llegado,
le dijo al astro sol,
con tus rayos,
no me ciegues,
que cieguita estoy,
de amor.
El sol muy sorprendido,
así, le respondió,
es que acaso,
soy yo, el que sin querer,
te ha robado el corazón,
bella y frágil, luciérnaga.
Oh! si así fuera,
le imploro mil perdones,
y me expone vd, sus razones,
por que si fuera así,
me cortaría los melones,
aunque me doliera a montones,
y se me cegaran las razones.
Mucha. P.
María del Carmen Pallas Seijo.