Ya, él otoño llegó,
los arboles pierden,
sus trajes de gala,
para dormirse en él suelo
sus sueños dorados.
Y, él parque esta triste,
porque los ruiseñores,
no canta al atardecer,
ni se escucha él canto del
mirlo al amanecer.
ÉL parque esta solo y triste,
ya, los amigos de los toboganes
y columpios, lo van a ver,
por eso hecha de menos
sus risas y correteo,
al atardecer.
Ya, se prepara otro ciclo,
para un nuevo amanecer,
y sus trajes de gala, los
arboles, les volverán a resplandecer,
y de nuevo
la vida volverá a florecer.
María del Carmen Pallas Seijo
06
Nov